Miércoles 9/04/2025
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Texto: Andrea Gurri
Los TCA en la salud materna y fetal
La maternidad es un momento de grandes cambios vitales tanto a nivel físico como emocional. Para muchas mujeres, puede significar una etapa especialmente sensible si han vivido o están viviendo una relación complicada con la alimentación o con su cuerpo.
Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), como la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracón, afectan principalmente a mujeres jóvenes en edad fértil, lo que los hace especialmente relevantes durante el embarazo y el posparto. Se estima que aproximadamente el 7% de las mujeres embarazadas presentan un TCA, aunque algunos estudios sugieren que esta cifra podría ser hasta el 20%, dada la dificultad para diagnosticarlos durante la gestación, debido a que algunos síntomas se solapan con los cambios alimenticios normales del embarazo (modificaciones en el apetito o en las preferencias alimentarias). Con esto, diversos estudios demuestran que el diagnóstico en curso de un TCA se asocia con un mayor riesgo de afectaciones en la salud física y mental tanto para la madre embarazada como para el bebé.
Hablemos de fertilidad, embarazo y salud emocional
Previamente al embarazo, se sabe que una persona que sufre de un trastorno alimenticio, puede tener dificultades tanto menstruales como sexuales. Aunque por lo general, puede afectar la tasa de fertilidad (especialmente en los casos de anorexia), muchas de ellas logran quedarse embarazadas. Debido a esto, durante el embarazo pueden aparecer algunas complicaciones físicas como: abortos espontáneos recurrentes, náuseas y vómitos graves, parto prematuro, preeclampsia (hipertensión y daño a órganos), muerte perinatal y/o alteraciones en el peso fetal (bajo peso o macrosomía al nacer). No obstante, el desenlace no tiene por qué ser siempre negativo.
Además, tal y como se ha mencionado anteriormente, los TCA no solo afectan a nivel físico, sino que también pueden impactar directamente en la salud psicoemocional de la madre. De modo que, durante la gestación, es común que las mujeres que lo sufren experimenten más ansiedad o tristeza, volviéndose más difíciles de gestionar. Estos sentimientos se pueden agravar en el posparto, estimando que hasta un 30% de las madres con antecedentes de TCA pueden desarrollar depresión posparto.
A esto, se suman las exigencias sociales de la maternidad, junto a la falta de descanso y a la presión interna por recuperar el “cuerpo de antes”, que contribuyen a afectar a su capacidad para formar un vínculo emocional con el bebé y desempeñar el rol materno. Por otro lado, también pueden experimentar un mayor malestar, debido a la preocupación por los cambios corporales asociados al embarazo.
¿Cuáles son los efectos en el neonato y en la lactancia?
Teniendo en cuenta las posibles complicaciones gestacionales, es relevante conocer que, en ocasiones, los recién nacidos de madres con TCA pueden presentar un mayor riesgo de problemas de salud, tales como:
- Bajo peso al nacer
- Circunferencia craneal reducida
- Prematuridad
- Microcefalia (cabeza pequeña)
- Crecimiento intrauterino retardado
- Anemia
- Puntuaciones bajas en el test de Apgar (indicador del estado de salud del recién nacido)
Para aquellas madres que han vivido un TCA, esto puede activar emociones difíciles como ansiedad, tristeza, sensación de desconexión, insatisfacción con el cuerpo o culpa. En consecuencia, todo esto puede afectar a la lactancia materna. Se ha visto que estos factores psicológicos influyen significativamente en el abandono precoz de la lactancia: aunque la mayoría logran iniciarla, pueden tener más dificultades para mantenerla de forma exclusiva. Una vez más, este cese temprano puede afectar al vínculo materno-infantil, así como a la nutrición del bebé.
Un ciclo de riesgo para la descendencia
Para los hijos, su madre es un ejemplo a seguir. Por esta razón, las preocupaciones que la madre transmite (directa o indirectamente) acerca de los hábitos alimentarios y su imagen corporal, puede resultar en que sus hijos adopten actitudes alimentarias disfuncionales, especialmente si son niñas, cuyas tienen hasta tres veces más probabilidades de desarrollar conductas purgativas.
¿Qué puedes hacer para romper el círculo?
En resumen, los trastornos de la conducta alimentaria tienen un impacto importante en la salud y en el vínculo madre-hijo. El embarazo, proceso complejo que conlleva una serie de cambios físicos y emocionales en la vida de la mujer, puede suponer un reto aún mayor para las mamás con TCA. Por esto, poder hablar de ello es fundamental: contar con un acompañamiento cercano y sin juicios, que entienda por lo que está atravesando. Por esta razón, es fundamental una detección temprana, un enfoque multidisciplinario en el cuidado prenatal y postnatal.
La maternidad es una etapa muy demandante y el TCA está asociado a una carga emocional importante para la persona que lo sufre y para su entorno. Por eso, si se toma consciencia de ello, se puede trabajar para cultivar entornos familiares basados en el amor, hablar del cuerpo con respeto, evitar la cultura de la dieta y cuidar de una misma; ya que el bienestar propio es también el bienestar de tu bebé.
Referencias:
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Chamorro, M., & Hospital Sant Joan de Déu. (2022). Projecte SOM. Riscos per a la mare i el nadó. Els trastorns de la conducta. https://tca.som360.org/ca/monografico/dona-salut-mental/blog/trastorns-conducta-alimentaria-lembaras
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Sánchez, C., et al. (2024). Trastornos de la conducta alimentaria y evolución durante el embarazo y posparto. Revista Sanitaria de Investigación. https://revistasanitariadeinvestigacion.com/trastornos-de-la-conducta-alimentaria-y-evolucion-durante-el-embarazo-y-posparto/