La autoestima suele ser el fundamento de casi todos los problemas psicológicos. La habilidad de valorarse a uno mismo, de tenerse en cuenta, de tratarse bien y de confiar en uno mismo. Esta habilidad la aprendemos cuando siendo niños somos valorados, tenidos en cuenta y tratados bien por las personas significativas en nuestro entorno y cuando tenemos buenos modelos de los que aprender.
Muchas veces, si esto nos falla, intentamos rellenar este hueco con los factores externos en los que basamos nuestro sentimiento de self – el aspecto, el dinero, un buen trabajo, amistades, etc. No obstante, los factores externos son lábiles y pueden ser efímeros. El dinero y la belleza se pueden perder. La seguridad de uno mismo tiene que ser intrínseca y relativamente estable. Y la podemos e incluso debemos construir o restaurar en terapia porque sin ella, nuestra percepción del mundo suele ser distorsionada y contribuye a crear malestar psicológico.