La fisioterapia en el tratamiento de trastornos alimenticios cumple una función clave en el proceso de recuperación, ayudando a los pacientes a reconectar con su cuerpo y a mejorar su bienestar físico y emocional. Las personas con trastornos alimenticios suelen presentar debilidad muscular, pérdida de masa ósea y problemas posturales derivados de la malnutrición y los hábitos perjudiciales, por lo que una fisioterapeuta especializada interviene para restaurar la fuerza, la movilidad y la salud ósea. Además, el trabajo físico guiado ayuda a los pacientes a desarrollar una mejor percepción corporal y a reducir el estrés, lo cual es fundamental en su camino hacia la recuperación.
El enfoque multidisciplinario es esencial para abordar los trastornos alimenticios de manera integral. La fisioterapeuta trabaja en coordinación con la nutricionista, la médico y el equipo de psicoterapeutas, con quienes establece un plan personalizado para cada paciente. Este trabajo en equipo permite que todos los aspectos de la salud de la persona sean tratados: mientras la nutricionista se enfoca en la recuperación del equilibrio alimenticio, el médico monitorea los aspectos clínicos y los psicoterapeutas trabajan en la salud mental del paciente. De esta forma, la fisioterapia se convierte en un complemento fundamental que potencia los resultados de las otras disciplinas, facilitando una recuperación más completa y sostenible.