Miércoles 23/3/2022
FOTO: Annie Spratt
Texto: Alejandra Misiolek
En este post hablaremos de lo que es ansiedad por comer y cómo combatirla.
¿Qué es la ansiedad por comer?
La ansiedad por comer o hambre emocional es la sensación de ansiedad que intentamos resolver o tapar con la comida. No obstante, aunque la ansiedad la asociemos con la comida, la comida no es capaz de llenar el hambre emocional que sentimos. Más bien lo contrario, este patrón, aunque por un momento funciona como anestesia emocional, enseguida empieza a generar aun más emociones negativas relacionadas con la pérdida de control y culpa y causa que se cierre el círculo vicioso. Cuanta más ansiedad, más probabilidad de hambre emocional y cuanta más comida emocional, más ansiedad.
¿Como saber si es hambre física o hambre emocional?
Es muy importante darnos cuenta de que la comida y las emociones no se pueden separar totalmente y comer siempre despierta algunas emociones, igual que el hambre física puede despertar la ansiedad. No obstante, cuando intentamos diferenciar entre hambre física y el hambre emocional, pese a crear una división artificial, estamos hablando del motivo que predomina.
El hambre física es una sensación que podemos localizar en el estómago y no necesariamente esté relacionada con desear alguna comida en concreto. El hambre emocional, por otro lado, podemos definir como la necesidad de comer las comidas más de confort (como suelen ser los carbohidratos) y que no se suele saciar fácilmente.
¿Qué hacer para combatir la ansiedad por comer?
Cuando sentimos ansiedad u otra emoción y no somos conscientes de ella o nos negamos derecho a sentirla, buscamos maneras de no sentirla. Dado que comer anestesia las emociones por un momento, es fácil crear esta conexión y empezar a usar la comida para no sentir. Si repetimos este patrón varias veces, se crea un hábito que cada vez es más automático, más arraigado y menos consciente.
Por lo tanto, si queremos dejar de comer emocionalmente, es clave aprender a reconocer las emociones y darles importancia. Además, tendríamos que hacerlo antes de empezar a comer automáticamente. Si el hábito de comer emocionalmente esta bien desarrollado, realmente hay poco espacio mental para reconocer las emociones. Y este espacio mental lo tenemos que ampliar. ¿Cómo? Tomando más consciencia, por ejemplo, practicando mindfulness. Podemos intentar a crear un nuevo hábito de tomar unos minutos para pensar sobre lo que sentimos y conectar con ello siempre antes de empezar a comer y decidir, conscientemente, si lo que sentimos se soluciona con la comida o si hay otras soluciones.
Otra opción sería desarrollar el hábito de bajar la velocidad de comer, comer más conscientemente (saboreando y no tragando) y disfrutar más. Así ganamos más espacio para pensar mientras comemos y para disfrutar de lo que estamos comiendo, cambiando los sentimientos que se crean con la experiencia de comer. De esta manera, aunque hayamos empezado a comer para calmar la ansiedad, podemos acabar disfrutando de la comida, sentir satisfacción y parar el proceso antes.
En el caso de decidir que el hambre es más emocional, el siguiente paso sería aprender a procesar las emociones en vez de anestesiarlas.
Y lo más importante, si pese a saberlo, has comido de manera emocional, no te culpes. La culpa es lo que causa que se reproduzca un círculo vicioso. Son emociones negativas que causan más hambre emocional aún. Intenta entender por qué llegaste a comer, qué emociones sentías, saca conclusiones y acéptate. Así frenas el bucle.