Miércoles 3/6/2020
FOTOS: Imagen descargada de slothilda.com
Texto: Alejandra Misiolek Marín
En este post analizaré el tema de los círculos viciosos en la obesidad y el papel del circuito de la recompensa y de las vías dopaminérgicas.
Es un tema muy extenso así que lo divido en varias partes.
PARTE 1
¿Por qué hablamos de la obesidad?
Según el estudio longitudinal publicado en NEJM (2017) en el cual se investigó el desarrollo de la obesidad en 195 países durante 25 años, 107,7 millones de niños y 607,7 millones de adultos eran obesos en 2015. Dado que durante los últimos 40 años en 70 de estos países se han duplicado las tasas de obesidad y por culpa de ella mueren 4 millones de personas al año, parece que nos encontramos ante una pandemia mundial, ante la cual es importante entender sus causas.
¿Cómo se controla la ingesta a nivel psicobiológico?
En el control de la ingesta se hace gracias a la colaboración entre dos sistemas paralelos:
- Por un lado, actúa la vía homeostática, que es responsable de mantener el equilibrio entre el hambre y la saciedad. Esta vía actúa gracias a los reguladores hormonales tales como, por ejemplo, la leptina y la grelina. Estas hormonas actúan sobre nuestro cerebro, y concretamente sobre los circuitos del hipotálamo. El hipotálamo es una estructura de nuestro cerebro muy importante para la alimentación, dado que regula lo que comemos para mantener el balance adecuado de los niveles de energía. Las disfunciones de los componentes de este sistema, tales como la deficiencia congénita de leptina, pueden resultar en un balance positivo constante de energía y en el desarrollo de la obesidad.
- Por otro lado, tenemos el sistema de recompensa que regula la conducta de la ingesta. Este sistema es responsable del placer que sentimos al comer. Nos centraremos más en esta vía porque es donde confluye la psicología y la medicina. Esta vía incluye los circuitos de dopamina (vía dopaminérgica mesolímbica) y las regiones límbicas*, a las cuales pertenece el hipotálamo. Aquí, en el hipotalamo, es donde colaboran estos dos sistemas.
Por estas razones, el hecho de comer está determinado por el metabolismo basal, por la cantidad de grasa almacenada y la secreción de hormonas y péptidos. Por otro lado, está influenciado por las sensaciones hedónicas que nos transmite la comida.
Dicho de otra forma y con un ejemplo: una persona obesa que tiene mucho tejido adiposo, secreta mucha leptina que bloquea la gana y disminuye la ingesta porque el balance energético es positivo. ¿Es así?
En teoría sí, pero de la experiencia sabemos que no. ¿Por qué?
Porque comer activa el potentísimo circuito de la recompensa (dopaminérgico) y la dopamina la percibimos como placer: Al pegarnos un atracón de comida nos chutamos dopamina y sentimos placer.
Se ha comprobado que las comidas con poco sabor no se suelen consumir en exceso mientras que las sabrosas y y ricas en calorías se siguen consumiendo, aunque se hayan logrado los niveles necesarios de energía (saciedad). Por tanto, es esta vía hedónica/dopaminérgica la que nos permite ignorar voluntariamente las señales saciantes fisiológicas y seguir comiendo en estado de saciedad. Obtener los efectos placenteros de las comidas sabrosas es una fuerza motivacional muy poderosa que en ciertos individuos puede superar las señales homeostáticas y que explica el crecimiento tan rápido de las tasas de obesidad en las sociedades industrializadas.
La pregunta clave es: ¿Por qué tanto los animales de laboratorio como los humanos continúan comiendo hasta el punto de estar obesos? ¿Qué es lo que falla en el sistema de control que acabo de describir?
A ésta y muchas otras preguntas relacionadas con este tema contestaré en el siguiente post.
*nucleus accumbens y el cuerpo estriado reciben input dopaminérgico del área tegmental ventral y sustancia negra; el hipotálamo lateral regula la respuesta de recompensa y la corteza orbitofrontal y la amígdala codifican la información relacionada con el valor de la ingesta, a nivel cognitivo y emocional, respectivamente.
Fuentes: