Miércoles 9/6/2021
FOTO: Dan Burton
Texto: Alejandra Misiolek
Hay personas que se emocionan fácilmente con las cosas y son capaces de invertir mucho tiempo y energía en hacerlas. Pero, con frecuencia, es solo un entusiasmo efímero y muchas veces ven que esta energía se mantiene solo al principio. Con el tiempo pierden interés y posponen las cosas o simplemente se rinden y buscan una nueva emoción.
¿Eres este tipo de persona?
Este patrón no tiene por qué ser malo, pero puede salirse de control. Si no hay una nueva emoción, parece haber tristeza, aburrimiento e incluso ansiedad. Si te reconoces en este patrón, probablemente tengas dificultades para estar presente en el aquí y el ahora y tiendes a vivir en el futuro, haciendo planes. Estás emocionado por lo que va a pasar en tu fantasía y no estás viviendo la realidad. Y, en comparación con lo emocionantes que son tus sueños, tu realidad puede ser deprimente.
Si tuviéramos que traducirlo en neurobiología de nuestro cerebro, existe un desequilibrio entre la dopamina, la serotonina y la oxitocina.
La dopamina es el neurotransmisor de “esperar a algo más”. Cuando se secreta en el cerebro, sentimos placer y entusiasmo como si tuviéramos la promesa de algo emocionante a punto de suceder. La dopamina es como perseguir zanahorias.
La serotonina y la oxitocina son neurotransmisores de aquí y ahora. Cuando se secretan, sentimos placer aquí y ahora. Podemos disfrutar del momento y ser conscientes de lo que nos rodea.
El equilibrio entre estos neurotransmisores es una homeostasis saludable que provoca que podamos estar presentes en el aquí y ahora y disfrutar de la comida o el sexo, pero también poder planificar el futuro y tener sueños porque nos impulsa la emoción de las promesas que el futuro puede traer.
Algunas personas pierden este equilibrio y se inclinan hacia uno u otro. Las personas dopaminérgicas viven en el futuro y no pueden ser realmente felices. ¿Por qué? Porque están impulsados por una promesa de un futuro que nunca llega. Por definición, cuando el futuro se convierte en presente, ya no es el futuro, y no es tan emocionante como lo fue mientras era nuestra fantasía. La fantasía, normalmente, se adapta a nuestras necesidades y siempre es perfecta, la realidad no lo es y, por el contrario, no la apreciamos tanto.
La fantasía es un mecanismo que usan mucho los niños y especialmente aquellos cuya realidad era terrible, y tuvieron que refugiarse en su fantasía. Cuando se vuelven adultos, tienen una hermosa habilidad para la imaginación vívida que pueden usar, pero puede volverse en su contra si su felicidad continúa dependiendo de ello. Solo viendo que la realidad también puede ser buena podremos disfrutarla y abandonar la fantasía y la dependencia de la dopamina.
Fuentes: