Miércoles 13/7/2022
FOTO: Moreno Matković
Texto: Alejandra Misiolek
El trastorno alimentario (TCA) es una relación complicada con la comida que afecta al funcionamiento diario de la persona que lo padece. Está relacionado con la no aceptación del cuerpo y con la baja autoestima.
Un TCA puede convertirse en una obsesión que ocupa mucho espacio mental, gasta mucha energía, y puede conducir a graves problemas somáticos e incluso a la muerte. Sin embargo, los Trastornos de la Conducta Alimentaria son muy difíciles de tratar debido a la alta tasa de abandono y a la baja colaboración de los pacientes. ¿Por qué? Porque la relación con la alimentación es ambivalente y las personas con TCA al mismo tiempo quieren y no quieren abandonar estos patrones. Esta ambivalencia hace que vengan a terapia y la abandonen con mucha frecuencia.
¿Cómo podemos entender esta ambivalencia?
En algún momento de sus vidas, descubrieron que comer o comer y eliminar/restringir puede convertirse en una forma de regular sus emociones, su autoestima y sus límites.
¿Cómo funciona?
Cuando hay emociones que te desbordan, ya sea porque son emociones fuertes, se han acumulado o porque desencadenan otras emociones que están escondidas y no estás seguro de cómo regularlas (tomar conciencia de ellas y regularlas a la baja procesándolas y encontrando soluciones o siendo capaz de sostenerlas), es posible que hayas aprendido a utilizar la comida para obtener un alivio rápido o distraerte. Desgraciadamente, sus efectos son a corto plazo y a largo plazo puedes empezar a sentirte culpable o avergonzado por los atracones de comida. Eso puede desencadenar un círculo vicioso de volver a usar la comida para aliviar el sentimiento de culpa y vergüenza por haberla usado previamente y puede llevar a un intento de compensación: purgarse/eliminar o restringirse. Ésta compensación, crea un déficit calórico (respuesta fisiológica) y un sentimiento de privación (respuesta psicológica) que puede llevar al impulso de comer de nuevo en exceso. Este patrón se convierte en automático, y ocurre antes de que nos paremos a pensar. Por lo tanto, para cambiarlo, tenemos que ser más conscientes de nuestras emociones. Y aquí viene el primer obstáculo: si quieres dejar de utilizar la comida para regular las emociones, ¿qué utilizas entonces? Puede resultar aterrador verse de repente abrumado por emociones que has estado tratando de adormecer durante tanto tiempo.
Por otro lado, está la autoestima y la identidad que se han construido en torno a los mecanismos del TCA. La autoestima de una persona con un trastorno alimentario está estrictamente relacionada con cuánto come y cuánto pesa y puede regularse “fácilmente” comiendo menos, haciendo más ejercicio, pesando menos, etc. Renunciar a esto puede dejar a la persona con TCA sin una forma “fácil” de sentirse bien consigo misma. Hay un mundo completamente nuevo y aterrador que hay que descubrir para poder encontrar la autoestima también en otras cosas.
Si pensamos en la identidad, cuando una persona ha tenido una TCA durante muchos años y sobre todo si empezó en la adolescencia (que es la edad de inicio más frecuente), el núcleo de su identidad se construye sobre unas convicciones y forma de percibirse a sí misma y unos intereses que están relacionados con la comida y el cuerpo. Renunciar a que la alimentación sea el centro de su espacio mental también puede ser aterrador. Pueden preguntarse: ¿quién soy yo sin mi TCA? ¿Me seguirá queriendo la gente si renuncio a ello? ¿Seguiré relacionándome con los mismos amigos? ¿Mi pareja me percibirá de forma diferente? Todo eso puede llegar a ser abrumador.
Además, decidir sobre la alimentación, sobre lo que comemos, cuánto comemos y negarnos a comer, es una forma de decidir sobre algunos límites cuando no se respetan otros límites personales o cuando tenemos una fuerte necesidad de encontrar un refugio en algún lugar de nuestro interior, cuando no hay un espacio seguro en el mundo que nos rodea.
Por todas estas razones, abandonar y dejar un trastorno alimentario puede ser muy aterrador. La ambivalencia es totalmente comprensible y requiere aceptación para ayudar a los pacientes con TCA a afrontarla primero, antes de que esperar que cambien su forma de comer. De lo contrario, no estaríamos respetando sus límites.