Miércoles 20/3/2024
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Texto: Lucía Zapata, Lina Camacho y Alejandra Misiolek
Las experiencias en la infancia tienen una profunda influencia en nuestro desarrollo, ya que no sólo determinan nuestro bienestar inmediato, sino también nuestra salud a largo plazo. Investigaciones recientes han profundizado en la relación entre la adversidad infantil y una multitud de afectaciones a la salud, especialmente en el ámbito de la salud mental. Esta exploración no sólo subraya la gravedad de los traumas infantiles, sino que también pone de manifiesto las vías de intervención necesarias y las reformas pertinentes en los sistemas sanitarios.
Contexto y estudios sobre traumas infantiles
Ya desde mediados del siglo XX, diferentes estudios con animales y seres humanos han aportado cada vez más pruebas de que experimentar niveles especialmente elevados o sostenidos de estrés psicosocial, ausencia o negligencia parental y/o maltrato en la infancia repercute gravemente en el comportamiento adulto. De hecho, un estudio de 8.629 encuestados mostró que más del 81% de los que declararon haber sufrido un tipo de maltrato en la infancia, también declararon haber sufrido al menos otro tipo de experiencia adversa en la adultez. Específicamente, se ha constatado que cuando han habido experiencias de trauma sexual en la infancia o se ha sido testigo de violencia interpersonal en casa, es mucho mayor el riesgo de experimentar otro acontecimiento traumático a lo largo de la adultez.
Además, un importante estudio realizado por investigadores de la Universidad de Islandia y el Instituto Karolinska en Suecia, aporta datos cruciales sobre la relación entre los traumas infantiles y las enfermedades psiquiátricas en la edad adulta. Analizando los datos de 25.252 gemelos adultos de Suecia, el estudio descubrió una correlación evidente: las personas que habían sufrido abusos, negligencia o violencia doméstica tenían 2,4 veces más probabilidades de que se les diagnosticaran trastornos como depresión, ansiedad, abuso de sustancias o estrés.
Lo que distingue a este estudio es su enfoque innovador de examinar a “gemelos discordantes”. Al centrarse en parejas de gemelos en las que sólo uno de los hermanos había sufrido malos tratos, los investigadores pudieron diferenciar y clarificar qué tanto se debe a efectos de la genética y qué tanto a efectos del entorno compartido. Este meticuloso análisis reveló el profundo impacto del trauma infantil en los resultados de salud mental, proporcionando un experimento natural de alguna manera controlado, ya que al ser con gemelos, ilumina la intrínseca interacción entre la genética y la crianza.
¿Cómo podemos medir estos impactos? Prueba de trauma infantil
El Cuestionario de Experiencias Adversas en la Infancia (ACE-Q) puede ser una de las diferentes formas de explorar experiencias traumáticas en la infancia, consiste en una escala de 10 ítems utilizada para correlacionar el maltrato infantil y los contextos de crianza adversos con los resultados de salud en la edad adulta. Se trata de una breve escala de valoración diseñada por el médico Vincent J. Felitti de la Universidad de California. Es una prueba que aporta pruebas sustanciales sobre la relación entre las experiencias adversas en la infancia y las enfermedades mentales y físicas de la edad adulta. En el cuestionario se formulan distintas preguntas para evaluar los recuerdos de la persona antes de los 19 años. Explora la exposición a abusos psicológicos, físicos y sexuales, así como la negligencia parental, incluida la violencia interpersonal en casa, el consumo de sustancias y el encarcelamiento.
¿Cómo afectan los traumas infantiles en la edad adulta?
En repetidas ocasiones, se han demostrado las consecuencias de los traumas infantiles en adultos. Existe una conexión entre las experiencias adversas en la infancia (ACE) y un mayor riesgo de adquirir una amplia gama de trastornos psiquiátricos, adicciones y enfermedades médicas (multiorgánicas) en la edad adulta, lo que en última instancia implica una atención médica de alto coste y una muerte prematura.
Un análisis más detallado de los datos puso de manifiesto una relación acumulativa, en la que cada experiencia adversa adicional, aumentaba el riesgo de enfermedades psiquiátricas y médicas, no solo para la persona que ha sufrido estas experiencias, sino también para sus hijo/as, ya que merman las habilidades parentales necesarias para proteger a la descendencia de estos mismos riesgos de enfermedad. Este hallazgo pone de manifiesto la necesidad urgente de intervenciones específicas y medidas preventivas para mitigar las consecuencias a lo largo de toda la vida y de las futuras generaciones de los traumas tempranos.
Los resultados han demostrado que existe una relación entre las puntuaciones del ACE-Q y diversos indicadores de salud mental general, como los problemas de pareja, la angustia emocional, el deterioro del rendimiento laboral, las dificultades económicas, los conflictos familiares, los altos niveles de estrés y la dificultad para controlar la ira.
Además, el riesgo de depresión y la gravedad del Trastorno de estrés postraumático (TEPT) aumentan con las puntuaciones ACE, especialmente en los casos de abuso emocional en la infancia y exposición a la violencia interpersonal.
Ahora bien, aunque el valor de esta prueba es indudable al momento de cuantificar el impacto de experiencias adversas de la infancia en la edad adulta, el cuestionario se queda corto a la hora de captar matices como la gravedad, la duración y el momento de cada experiencia. Futuras investigaciones deberán abordar estas limitaciones para obtener una comprensión más completa del impacto multifacético del trauma infantil.
Para que estos resultados se traduzcan en reformas sanitarias significativas, es necesario un esfuerzo por reforzar la salud médica y psicológica, como misión básica de la salud pública. La integración de los servicios de salud mental y adicción, junto con la atención médica y quirúrgica, es esencial para abordar las necesidades holísticas de las personas afectadas por traumas infantiles. Al dar prioridad a la prevención y la intervención temprana, los sistemas sanitarios pueden mitigar la carga a largo plazo de las enfermedades psiquiátricas y las enfermedades multiorgánicas crónicas asociadas a las experiencias infantiles adversas.
En conclusión, dos décadas de estudios ACE-Q muestran cómo la adversidad infantil puede influir enormemente en la salud y la vida de una persona. Así mismo, al comprender cómo afectan los traumas al cerebro y a la crianza de los hijos, podemos entender por qué algunos problemas de salud se transmiten de padres a hijo/as. Tenemos que trabajar aún más para proteger a la infancia y detener el ciclo de traumas y enfermedades que pasan de una generación a otra.
Bibliografía
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- Zarse, E. M., Neff, M. R., Yoder, R., Hulvershorn, L. A., Chambers, J. E., & Chambers, R. A. (2019). The adverse childhood experiences questionnaire: Two decades of research on childhood trauma as a primary cause of adult mental illness, addiction, and medical diseases. Cogent Medicine, 6(1), 1581447. https://doi.org/10.1080/2331205x.2019.1581447